Lleva una camiseta blanca y jeans, una túnica caqui y zapatillas de deporte grises. Él sonríe con orgullo a la multitud que resultó ser la gente que ha conocido desde los días de la infancia, y las mujeres que se conoce cuando baila, y él deja que su mente se asiente sobre esos eventos y las cosas más interesantes que ve en ellos. No me gusta la forma en que tienen que verme. Se siente fuera de lugar para mí, dice de su apariencia. Sé que dirán que soy feo o raro, pero ya sabes, como si supieran que tengo que usarme la ropa porque nací de esa manera. En su fiesta de cumpleaños el año pasado, en San Francisco, llevaba una camisa de mezclilla marrón con un botón azul arriba, y llevaba una camisa azul y jeans mientras bailaba en una playa. Y luego se terminó. La multitud se reunió a su alrededor y cantó y bailó y se rió y se rió, hasta que tropezó con una de las mujeres que llevaba un mono blanco con pantalones azules y botas negras. Llevaba un top de botón azul con una falda rosa en el medio. Se sentó en un bar detrás del bar cuando el chico rubio en la camisa se metió en la cabeza. Ya no tienes nada de sustancia en tu vida, soltó. Eso no importaba. Quería conocerlo porque sabía que tenía que hacerlo.